En los años 90 se produjo una conjunción virtuosa para el cine argentino: nuevas generaciones de cineastas formadas sin prejuicios en las escuelas de cine, una Ley que permitía un amplio financiamiento para la pantalla nacional, y una crítica curiosa y no lastrada por compromisos. Esa conjunción -más los festivales de Mar del Plata y, luego, Bafici- fue el humus de lo que llamamos Nuevo Cine Argentino.