Históricamente, los seres humanos han tenido una relación paradójica con las máquinas. El artificio, en cualquiera de sus formas, siempre ha sido sospechoso. Pero tal vez, haya sido la aparición de la cibernética y las primeras computadoras, lo que haya potenciado como nunca esta desconfianza. Sostenido en las fantasías y alimentado por la ciencia ficción, el miedo a que las máquinas nos reemplacen, nos colonicen, nos vuelvan esclavos, fue adquiriendo distintas formas a lo largo de los últimos 80 años.